viernes, 24 de agosto de 2012

DAME TU DAGA


                                               
   En la profundidad de tu mirada navegan
   las aguas claras de tu infancia.
               Mas, nubarrones imprudentes interponen
               tu boca del dulce pecho e incubas auto rabia.
               En sureña encina aserraste ríspido puñal;
               hacia dentro lo arrojaste y hoy te laceras si quien
               no amas pretende el aljibe de tu entraña.
               ¿Por qué ese automartirio?¿A qué culpar tu belleza
               de tan natural asedio?¿A qué condenar tus dones,
               flores encendidas para nuestro blanco goce?
               Amiga, invalorable miel de mi amistad solitaria,
               arroja lejos esa eutanasia, desecha tan lacerante daga.
               Si es preciso, clávala en mí.
               Mi pecho desnudo para liberarte de todo lo que te daña.                           
               Orgulloso, recorrería la ruta que hollar me falta,
               luciendo el carmín que a tu alma ataca.
               Caminaré sobre espinas para liberar del flagelo
               la flor de tu sangre. 
    Amiga, ¡dame ya tu daga!

miércoles, 1 de agosto de 2012

ASÍ LA VEO

Cada mañana veo el despertar de mi paceña amada. Sale de su sueño para alumbrar la telaraña dulce de la jornada.                                                                     
¡Hola, Negrito!, su boca exclama mientras estira su cuerpo en tensa liana.
Yo la beso en los labios, la nariz y la frente, eufórico de saludarla.                                                               
Ella es eterno aljibe para mi ansia receptora de mi simiente blanca,                                                                        
que en sus entrañas estalla, dulce culminación de mis ataques.
Del muñido lecho se levanta y camina por el departamento
despertando las paredes, cada rincón, la cocina, toda la casa.
El humeante café del albo tazón calienta su cuerpo
y se le ilumina la cara.
Cierra la puerta cuando al trabajo marcha,
quedo solo, en el silencio de la sala, corro al dormitorio,
hago la cama, y huelo en las sábanas la fragancia,
que ella, mi amada, en su dormir dejara.
Y yo la veo caminar por las calles santiaguinas, de los hombres admirada.                                                                                                   
Sol y farol es de tantas almas. Mas yo sé que a mi sólo me ama
Así la veo, sangre en mi sangre, clara.

LA AURORA DE LA VIDA

Recorrió el desierto de Galilea,
Relumbró en la estéril arena
Santificada por la huella
Del Nazareno. Frutos
De eternidad maduraron
En beneficio de los hombres.
 
Sanó Jesús al leproso,
Primera llave que le cerraría
Las puertas de las ciudades.
¿Lo sabía el divino Maestro?
¿Por eso oró en la sabana
Galilea? Verdad o no,
El hijo de Dios no desvió
Su camino, continuó
Sembrando sanidad
Y la fortaleza del Evangelio.
 
Más tarde, el Cristo del Madero
Estremecería la tierra,
Cegaría al sol en tanto
Su espíritu regresaba
Al Reino de su magnífico Padre.
Abajo, en solitaria sepultura,
Nacía la nueva era humana,
Luz para el candelero eterno.